Algunas recetas relativamente sencillas
incrementan mucho su nivel de sabor y calidad tan solo añadiéndole un poco de
orégano seco, como los filetes de pescado a la plancha, que con un chorro de
aceite de oliva y un poco de esta hierba espolvoreada por encima pasan de ser
un plato tosco y seco a todo un manjar digno de las mejores mesas de
restaurantes de categoría superior.
A todo esto se añade el hecho de que el
orégano tenga unos grandes niveles de vitaminas y minerales, algo que ha sido
muy apreciado por culturas de todo el mundo y en todas las épocas de la
historia.
El orégano
es una de las plantas más utilizadas en la cocina, la industria cosmética y
como hierba medicinal desde tiempos inmemoriales. Ya se describía en algunos
documentos de la época de la antigua Roma como hierba aromática en la
preparación de una gran cantidad de platos.
Era habitual quemar un poco de orégano con
tomillo y menta sobre un brasero. Se cogía una pequeña cantidad con los dedos y
se arrojaba a las brasas, para desinfectar el aire en épocas de epidemia para
evitar contagios.
El orégano también se usó en lo que
podemos denominar como el abuelo de las pizzas modernas, preparando una pasta
de pan en la que se incorporaban hierbas aromáticas.
Las leyendas cuentan que Afrodita, diosa del amor, fue la responsable de plantar los primeros tallos de orégano, y que fue ella quien le aportó el olor que tiene.
Leyendas aparte, hablamos de una planta con
una cantidad muy grande de posibilidades debido a sus propiedades
antioxidantes, antisépticas y antimicrobianas, por lo que no resulta extraño
que se haya usado desde hace siglos como uno de los remedios más recomendados
para tratar la tos y algunas infecciones cuando no se conocían los medicamentos
sintéticos.
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